La mayor parte del material educativo que los alumnos deben aprender en un curso no puede ser elegido por ellos porque, en la mayoría de materias incluida la música, no saben qué necesitan aprender. Pero esto es no una razón para no permitir que un estudiante pueda elegir qué aprender y tener poder de decisión sobre el contenido.
Elegir qué contenido aprender fomentaría alumnos menos dependientes. Los estudiantes maduros deciden qué aprender cuando descubren que hay algo que necesitan saber o algo sobre lo que necesitan saber más. A veces la curiosidad conduce al contenido, ya sea porque hay una pregunta que no pueden responder o una idea que no entienden.
Elegir qué aprender también implica habilidad. Deben saber hacerse las preguntas adecuadas e identificar correctamente el contenido para sus respuestas. Muchos estudiantes carecen de la habilidad para hacer esto. Encuentran temas que son demasiado amplios o se embarcan en proyectos que que no pueden completar en fecha.
Pero la toma de decisiones inteligentes es una habilidad que se desarrolla con la práctica. Cuantas más decisiones se toman, más fácil es hacerlo bien. Y con la práctica viene la confianza. Tomar decisiones sobre qué aprender mueve a los estudiantes hacia una toma de decisiones razonada en sustitución de la imposición.
Asimismo, la opción de elegir tiene el potencial de motivar. Elegir significa controlar una parte del proceso de aprendizaje y se convierte en una oportunidad de seguir algo con mayor interés o, como mínimo, de evitar el aburrimiento. Tomar la decisión sobre qué aprender anima a los estudiantes a aceptar más la responsabilidad del aprendizaje.
¿Y qué pasa cuando no se elige bien?
Este dilema tiene dos soluciones posibles. Dejar que los estudiantes tomen decisiones sobre el aprendizaje donde las consecuencias no sean tan graves, como temas cortos o…
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