La definición comúnmente aceptada de talento musicalincluiría un rasgo innato o genético, algo con lo que nacemos. Esa etiqueta se ha visto reforzada además mediáticamente por reality shows como Got Talent, Factor X, La Voz u Operación Triunfo. De hecho, una forma moderna de denominar el talento musical es precisamente el “factor X” cuando se considera que es de naturaleza casi mágica.

Pero la comprensión del talento musical es cada vez menos mágica y cada vez más científica. El uso de las palabras “potencial” o “predisposición” musical se está volviendo más frecuente en investigaciones neurocientíficas y genéticas y está desafiando al retrato que han hecho los medios del talento musical. De modo que identificamos como talento musical algo que realmente es la conjunción dos factores complementarios: una predisposición o potencial musical y un alto nivel de función ejecutiva. Para entenderlo compartimos esta reflexión de la experta australiana en educación musical Anita Collins.

¿Qué es la “predisposición musical”?

Recientes estudios en el campo de la neurociencia y la genética hablan de una interacción entre varios genes diferentes que podrían dar como resultado la aptitud musical. Pero no es así de simple. Una predisposición innata para la habilidad musical no significa nada sin experiencias que desde una edad temprana saquen partido a ese potencial.

Las experiencias musicales de los primeros años de vida son esenciales para que crezca esa capacidad musical innata, pero esto no consiste en poner un trombón en las manos de un niño de dos años. Las experiencias musicales para bebés y niños pequeños son tan simples como que los padres canten a sus hijos, les hablen de forma animada, les enseñen a hacer palmas y les expongan a una gran variedad de sonidos, incluyendo el habla, sonidos musicales y ambientales. Es así de fácil y se hace de manera natural.

Lo que esas experiencias hacen es desarrollar tres aspectos del cerebro de un niño: la red de procesamiento auditivo; la corteza motora, que en realidad se desarrolla con la ayuda de la corteza auditiva; y la red de procesamiento visual, a través de la conexión de dónde proviene el sonido, cómo está hecho y cómo suena (que es un precursor del aprendizaje de idiomas). Lo que estas experiencias hacen es preparar el cerebro de un niño para enfrentar el siguiente reto del talento musical: aprender a tocar un instrumento musical.

¿Qué es la función ejecutiva?

La función ejecutiva es el conjunto de habilidades que aprendemos a través de muchas pruebas y errores o de las enseñanzas recibidas de padres y maestros durante la niñez y adolescencia. Desde saber mantener la atención, concentrarse durante períodos de tiempo más largos en tareas complejas, controlar nuestras reacciones emocionales, tomar buenas decisiones, tener objetivos a largo plazo y memorizar hechos, cifras, nombres y eventos de manera efectiva. Todos estos rasgos se desarrollan mediante el aprendizaje de una disciplina, como aprender a tocar un instrumento musical, un deporte u otro idioma.

La verdadera medida del talento musical

El desarrollo de las habilidades funcionales ejecutivas es la verdadera medida del talento musical. Para que un niño tenga la disciplina de practicar la mayoría de los días de la semana durante años o para afrontar emocionalmente que la mejora puede ser muy lenta y que debe seguir esforzándose, tiene que trabajar la perseverancia, el control emocional, el análisis lógico o la flexibilidad entre otros aspectos.

En definitiva, la próxima vez que asistamos a un espectáculo, en lugar de…

Artículo original publicado en redmusicamaestro.com para verlo completo hacer CLIC aquí

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